domingo, 14 de abril de 2013

Puntos de vista ·27


El inaguantable sonido del despertador: comienza un día más, posiblemente, sin nada nuevo que recordar. Tú nunca has dormido bien en esa cama, siempre dura y fría recordándote que estás solo. La ducha, actuando como otro reloj más, termina de espabilarte con cada una de esas gotas frías acuchillando lentamente tu piel. En la cocina te esperan los mismos cereales insípidos de siempre, el café barato y las galletas pasadas. La tele te espera, apagada; como si de un león agachado en busca de su presa se tratase, para contarte que a tu alrededor cada día muere gente y que los máximos responsables viven en una burbuja de lujo, placer y distracciones. Sales de la casa, propiedad de cualquier banco en la que sueles hacer todas estas cosas a diario, sin preguntarte 'por qué' porque seguramente sabes que no hay respuesta. Cumples tu jornada formándote, trabajando o buscando algo para lo segundo. Vuelves a tu jaula de paredes de colores oscuros para seguir haciendo que no te cuestiones qué está pasándote a ti, y al mundo en general. Saludas de nuevo a tu vieja cama, que hoy, estará más dura y fría.

Intentas dormir al mismo tiempo que tus problemas se transforman en una soga, una soga bien apretada a tu cuello.

[...]

Suena el despertador con tu canción favorita: comienza un día más, posiblemente, con un montón de anécdotas nuevas. Aún queda algo de su calor en mi cama, en mi vieja cama; de la que jamás me separaré. Decides que hoy te mereces un baño, no una ducha rápida, para relajarte antes de los esfuerzos de hoy. Me deja el desayuno hecho: unos cereales de fibra bastante saludables, café importado y galletas blandas. En la esquina de la tele hay una nota:
"Las desgracias de los demás tendrán su efecto en los responsables, tranquilo."
Sabes que lo importante no es dónde, sino cuándo y con quién y por eso es fácil responder tantos 'por qués' , por ti mismo y por las personas que mejoren tu realidad. Estudias, trabajas o encuentras de lo segundo. Vuelves a estar bajo techo, jamás definitivo y sí temporal, de colores llamativos semejantes a la alegría. Saludas de nuevo a tu vieja cama, no está sola, está acompañada; hoy, estará más viva y caliente.

Intentas despertar (de un posible sueño) al mismo tiempo que tus razones se transforman en realidades, realidades tan increíbles como el tacto de su mano en tu brazo.